El no alineamiento hoy

Boaventura de Sousa Santos*

*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU.) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial. Texto enviado a OtherNews por el autor, el 21.02.23

El movimiento original de no alineación nació en 1961 tras la Conferencia de Bandung (Indonesia) celebrada en 1955, a la que asistieron 29 países, casi todos recién liberados del colonialismo europeo. Representaban el 54% de la población mundial, pero su peso en la economía mundial era casi nulo.

En 1955, la no alineación significaba querer decidir el modelo de desarrollo nacional sin tener que adherirse a ninguno de los dos modelos rivales entonces vigentes: el bloque soviético (comunista) y el bloque occidental (capitalista). El concepto de Tercer Mundo nace de esta aspiración. Las rivalidades entre ambos empezaban a cristalizarse en la Guerra Fría. Las diferencias entre ambos modelos eran tan grandes que apuntaban a dos modelos de civilización. De hecho, la idea del «hombre nuevo» había surgido desde principios del siglo XX en Europa como una nueva idea civilizadora, tanto en la versión soviética como en las versiones fascista y nazi, y apuntaba a algo ideológicamente muy distinto de la norma capitalista que, después de 1918, dictaba cada vez más Estados Unidos. Las diferencias entre los participantes son bien conocidas. El uso de la fuerza y la guerra para resolver conflictos, que había dominado la política internacional desde el siglo XIX, fue la cuestión más unánime. El bloque soviético contaba con la ventaja comparativa ya que desde el Congreso de los Pueblos del Este celebrado en Bakú (Azerbaiyán) en 1920, había reconocido el papel de los movimientos de liberación colonial en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo. El no alineamiento era ante todo un estado de ánimo, el espíritu de Bandung. El periodista afroamericano Richard Wright, que estuvo presente en Bandung, describe así el ambiente que se respiraba en Bandung: «Sólo los hombres morenos, negros y amarillos que, bajo los rigores de la dominación colonial, hacía tiempo que habían tomado conciencia de su raza y su religión, podían sentir la necesidad de una reunión así. Había algo extrapolítico, extrasocial, casi extrahumano; apestaba a maremoto, a fuerzas naturales. Y la convocatoria no se había hecho en términos ideológicos. El orden del día y el tema estaban escritos desde hacía siglos en la sangre y los huesos de los participantes. Las condiciones en las que vivían estos hombres se habían convertido en su tradición, su cultura, su razón de ser». Los entonces jóvenes países de lo que hoy se conoce como el Sur global querían hacer valer sus intereses nacionales mediante la cooperación para centrarse en ellos y no en los intereses que les dictaba el Norte global. Estos intereses incluían el anticolonialismo, el antirracismo, salir del subdesarrollo y ampliar las zonas de paz. Desde el principio, el Movimiento de Países No Alineados fue contestado por EEUU, ya que las ideas de neutralidad, neutralismo o no alineamiento eran anatema para EEUU, mientras que la URSS presionaba para intensificar su orientación antiimperialista. Como resultado, los desacuerdos aumentaron y el movimiento perdió relevancia, que se agravó con el final de la Guerra Fría. En 2024, la situación geopolítica y económica del mundo es muy diferente a la de 1955. ¿Qué sentido tiene hoy hablar de no alineamiento? ¿No alineamiento entre qué y para qué? Un breve repaso de la situación geopolítica actual nos ayudará a definir el posible contenido político del no alineamiento. Anticipo que el nuevo no alineamiento es tan necesario hoy como lo era en 1955, aunque con un contenido político e ideológico muy diferente.

El contexto geopolítico

Vivimos en un mundo multipolar (o incluso bipolar), aunque muy diferente del de 1955. Los dos polos de atracción geopolítica son Estados Unidos y China, y las rivalidades entre ellos se están intensificando. Está surgiendo una nueva Guerra Fría, muy diferente de la que existía entre la Unión Soviética y EEUU. Hay tres diferencias principales entre 1955 y 2024. 1.Mientras que en 1955 las diferencias entre los dos polos eran enormes, uno comunista y el otro socialista, hasta el punto de apuntar a opciones civilizatorias diferentes, hoy esas diferencias son mucho menores. Es cierto que los discursos y la autodescripción de los regímenes apuntan a realidades muy distintas, pero en realidad las diferencias se han atenuado considerablemente. Basta recordar que hasta hace muy poco China era considerada un socio estratégico de EEUU, algo que nunca ocurrió con la Unión Soviética. Aunque existe un debate sobre la naturaleza del régimen económico chino (¿comunismo, socialismo, capitalismo de Estado?), la evolución de China en los últimos treinta años y el papel que ha desempeñado en la globalización de la economía dejan cada vez más claro que se trata de dos variantes de un mismo modelo capitalista: por un lado, el capitalismo multinacional con capital financiero globalizado (EE.UU.) y, por otro, el capitalismo de Estado con control estatal del sector financiero (China). Visto desde esta perspectiva, los dos sistemas tienen más en común de lo que podría pensarse. Las diferencias son importantes, pero se producen dentro del mismo modelo de desarrollo económico capitalista. La opción socialista, tal como se concibió en 1955, ha desaparecido. Y con ella, su opuesto también ha desaparecido del léxico económico: hoy no se habla de capitalismo, sino de economía de mercado, como si los mercados, que siempre han existido, hubieran sido siempre capitalistas. Esta ocultación es tanto más grave cuanto que, como he argumentado, el capitalismo prevalece en la medida en que se articula con el colonialismo (que continuó bajo otras formas tras la independencia política de las colonias) y el patriarcado. 2. La segunda diferencia respecto a 1955 es que entonces había una diferencia radical entre países democráticos (por ser multipartidistas) y países autocráticos (por ser unipartidistas), aunque estos últimos reclamaban para sí otro tipo de democracia: la democracia popular, la democracia desarrollista. Hoy las diferencias son mucho más tenues, dada la degradación de las democracias liberales en los últimos treinta años.  No es aventurado afirmar que, mientras China es una autocracia unipartidista, Estados Unidos es una autocracia bipartidista. De hecho, así lo afirmó con extraordinaria clarividencia el Presidente Julius Nyerere en 1991: «Estados Unidos es una democracia según algunas definiciones y no según otras. Es una plutocracia, pero los locales tienen derecho a voto, ¡así que es una democracia! Pero Estados Unidos tiene mucha suerte. Hay dos partidos, ¡pero en realidad son un solo partido! Ambos partidos están de acuerdo en los objetivos nacionales básicos. Internamente, ambos son altamente capitalistas. Externamente, ambos son imperialistas. Así que sus políticas no difieren mucho. No fue Kennedy quien planeó la Bahía de Cochinos. Fue planeada por Eisenhower y Kennedy la llevó a cabo, es decir, intentó llevarla a cabo. Así que básicamente están de acuerdo”. Obviamente, las diferencias en el régimen político entre EEUU y China son muy significativas, especialmente a nivel interno, pero en términos de geopolítica de la democracia se traducen en la diferencia entre una autocracia monolítica y una autocracia pluralista. 3. La tercera diferencia con 1955 es la aparición de la cuestión ecológica. En aquella época, la cuestión no pasaba de ser una especulación filosófica en el Norte Global, y cuando los países del Sur Global se ocupaban de ella, la etiquetaban de otras maneras, como la lucha por la tierra, la reforma agraria o el control de las explotaciones mineras. La situación ha cambiado radicalmente desde entonces y hoy en día la China es responsable del segundo mayor porcentaje de emisiones de dióxido de carbono, después de Estados Unidos. Por su parte, los países del Sur global han centrado sus reivindicaciones en la responsabilidad histórica de los países del Norte global y si no se distinguen por ser más activos en los procesos de transición ecológica es porque a menudo son víctimas de estos procesos cuando son adoptados por el Norte global, el llamado colonialismo energético. En resumen, también en este ámbito los dos polos parecen más similares que diferentes. El no alineamiento entre los dos polos puede significar nada más que elegir entre la tormenta y la inundación. En vista de ello, el nuevo no alineamiento tiene hoy muchas dimensiones, todas ellas urgentes. Distingo dos principales, que denomino, a falta de un término mejor, no alineamiento débil y no alineamiento fuerte.

No alineamiento débil

Como he resumido anteriormente, el mundo multipolar actual es un sistema único con dos variantes principales. Entre ellas, el crecimiento de una Guerra Fría que, al no estar regulada (como ocurría con la anterior), puede deslizarse en cualquier momento hacia una guerra caliente. El no alineamiento débil tiene lugar dentro de este sistema sin cuestionarlo en su conjunto. Pero no pensemos que las opciones son débiles o no contienen riesgos, todo lo contrario. El no alineamiento débil o intrasistémico tiene dos características principales: Neutralidad activa. No apoyar y hacer todo lo posible para evitar el estallido de una guerra entre los dos bloques. No se trata sólo de mantenerse al margen de los conflictos de forma aislacionista y no intentar intervenir en ellos. Al contrario, implica políticas de intervención activa para promover soluciones pacíficas y evitar que se produzcan guerras. Dada la globalización y la interdependencia de la economía y del mundo, la neutralidad activa será más eficaz si se lleva a cabo a escala regional y no en nombre de países aislados. La neutralidad activa es asimétrica. Nadie en el Sur global cree que China quiera una guerra con Estados Unidos. La historia nos enseña que los imperios en ascenso avanzan creando zonas de influencia mediante beneficios desiguales pero recíprocos. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) es hoy la afirmación más poderosa de esta idea. Nadie en el Sur global cree que Rusia sea un país militarmente expansionista. Al contrario, ha sido víctima del expansionismo europeo desde que fue invadida dos veces en el siglo XIX por dos potencias europeas, la Francia de Napoleón y la Alemania de Hitler. Rusia se defiende de una nueva forma de expansionismo, esta vez euro-norteamericano, la OTAN. De hecho, la guerra ruso-ucraniana, al igual que la guerra israelo-palestina, tiene el mismo objetivo de frenar al gran rival de Estados Unidos, China, neutralizando a sus aliados más importantes, ya sea Rusia o Irán. Los imperios en decadencia, como el estadounidense, se afirman mediante la guerra, cuando no son incluso dominados por la máquina de la guerra permanente alimentada por el complejo industrial-militar. Los Estados Unidos tienen hoy ochocientas bases militares dispersas en todo el mundo. La neutralidad activa exige no participar en pactos militares, ya sean promovidos por EEUU o por China. Requiere distanciarse militarmente de cualquiera de ellos y promover iniciativas pacíficas de mediación y negociación, especialmente desde una base regional, ya sea África o América Latina. El poder económico de algunos de los países del Sur global puede ser suficiente para tener algún impacto en la detención de la guerra que se avecina. No alineamiento activo. Este concepto ha sido acuñado recientemente en un libro de Carlos Fortin, Jorge Heine y Carlos Ominami, (Eds), Latin American Foreign Policies in the New World Order: The Active Non-Alignment Option (2023). En primer lugar, hay que señalar que neutralidad activa y no alineamiento activo son dos políticas interdependientes porque cuanto más intensa y tensa es la rivalidad militar entre EEUU y China, menor es el margen de maniobra de los países del Sur global para llevar a cabo políticas de no alineamiento activo. Tomando a América Latina como centro de su análisis, los autores señalan que el adjetivo “activo” tiene un fuerte significado porque implica la política de una región que hoy tiene un peso significativo en la economía mundial y fuertes relaciones tanto con China (principal inversor) como con EEUU. En línea con lo que estoy argumentando aquí, el no alineamiento activo forzaría a América Latina a salir de los acuerdos militares con EE.UU. porque éstos estarán cada vez más orientados a forzar a América Latina a un alineamiento activo con EE.UU. y en todos los ámbitos, militar, económico, instituciones internacionales, etc. Surgen dos cuestiones complejas. En el plano económico, la situación es dilemática porque mientras EEUU sigue defendiendo la pertinencia económica del neoliberalismo a pesar de todos sus fracasos y de la aparición de versiones extremistas (Javier Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador, Nayib Bukele en El Salvador), China propone un capitalismo no neoliberal con fuerte intervención estatal y control estatal del capital financiero. En este ámbito, es difícil prever una tercera vía. En el plano político, Estados Unidos exige actualmente no sólo alineamiento, sino vasallaje, tanto en Europa como en América Latina. Además, después de Hugo Chávez, América Latina no ha vuelto a tener un líder interesado en una política autónoma para el continente. La esperanza reside ahora en Lula da Silva, Presidente de Brasil y Gustavo Petro, Presidente de Colombia. Pero Lula da Silva, sin duda uno de los líderes más respetados del mundo está obligado a centrarse en los problemas internos del país, dado el nivel de destrucción y degradación institucional durante el periodo Bolsonaro y el hecho de que tiene a la mayoría del legislativo en su contra y sólo una insincera tolerancia por parte de amplios sectores de las Fuerzas Armadas. Una articulación entre África y América Latina podría ser prometedora en este ámbito. Por su parte, India estará atenta a esta evolución y, si se implica activamente, la propuesta de no alineamiento activo (quizá combinada con la neutralidad activa) tendrá una fuerza diferente. El no alineamiento débil contiene una tensión que tenderá a aumentar con el tiempo. Al igual que en el no alineamiento original el bloque soviético ofrecía ventajas difíciles de rechazar, lo mismo ocurre ahora con China. De hecho, la idea de no alineamiento se asocia a menudo con el Sur Global y la organización más consistente de este espacio geopolítico es el BRICS+, que precisamente incluye a China y donde desempeña un papel principal. ¿Hasta qué punto es posible hablar de no alineamiento?  Hasta cierto punto, India, sin dejar de pertenecer a los BRICS, está mostrando una autonomía que podría ser seguida por otros países. En el terreno del no alineamiento débil, estamos avanzando hacia una solución asimétrica de mayor proximidad a China, pero manteniendo distancias determinadas por intereses nacionales o lealtades regionales. Si, en esencia, se trata de un alineamiento condicional, estoy seguro de que China lo aceptará. No ocurriría lo mismo con Estados Unidos, que hoy, más que nunca, exige un alineamiento incondicional.

No alineamiento fuerte

El no alineamiento fuerte se basa en la idea de que vivimos en una época de transición entre paradigmas civilizatorios, entre el paradigma de la civilización occidental cuyo dominio mundial comenzó con la expansión colonial europea y uno o varios paradigmas emergentes aún por determinar. Estamos, pues, en una época de interregno en el sentido que le da Antonio Gramsci: el viejo paradigma aún no ha muerto del todo y el nuevo aún no se ha manifestado de forma creíble, una época de monstruos o fenómenos morbosos, como añadía Gramsci. Desde esta perspectiva paradigmática, vivimos en una sociedad capitalista globalizada en la que las rivalidades oficialmente reconocidas pretenden perpetuar el sistema cambiando a los protagonistas. Los cambios son a largo plazo, seculares, pero también pueden ser el resultado de catástrofes que aceleren los procesos históricos. La especificidad del no alineamiento fuerte es la cuestión epistémica. Básicamente, se trata de saber qué tipo de conocimiento debe guiar la comprensión del paradigma actual y establecer los marcos para su transformación. El no alineamiento fuerte requiere nuevas epistemologías que he denominado epistemologías del Sur, donde el Sur no es geográfico ni siquiera geopolítico. Es ante todo epistémico y está presente en las luchas sociales que tienen lugar tanto en el Sur geográfico como en el Norte geográfico.  Muy brevemente, las epistemologías del Sur están constituidas por procesos de validación de saberes distintos del saber científico, saberes nacidos en las luchas contra la dominación occidental moderna -dominación capitalista, colonialista y patriarcal- por parte de los grupos sociales que más han sufrido esta dominación: trabajadores, pueblos colonizados, pueblos indígenas, campesinos, mujeres, etc. En sus luchas, siempre ha circulado una pluralidad de saberes, entre ellos los científicos, pero también los ancestrales, populares y vernáculos. Estos conocimientos no científicos han sido despreciados, suprimidos y prohibidos por las epistemologías del Norte global, lo que yo llamo epistemicidio. Las epistemologías del Sur consideran que la ciencia es un saber válido, pero que no es el único saber válido y que, por tanto, debe poder dialogar con otros saberes. Pretenden recuperar estos saberes en la medida en que pueden ayudar a pensar y legitimar el nuevo paradigma civilizatorio. No se trata de una adopción incondicional y romántica ni de celebrar una edad de oro del pasado. Se trata de hacer posible un futuro más justo en las relaciones entre los humanos y más equitativo entre los humanos y la naturaleza.

Propuestas para una no alineación fuerte

1. Tenemos derecho a ser iguales cuando la diferencia nos hace inferiores; tenemos derecho a ser diferentes cuando la igualdad nos descaracteriza. 2. No hay derechos sin deberes. Los deberes deben existir en proporción a la capacidad de impedir la violación de los derechos humanos y deben exigirse en proporción a las consecuencias que puedan derivarse de dicha violación. Los deberes no pueden limitarse a la esfera ética. Su cumplimiento debe ser exigido por los ordenamientos jurídicos existentes y futuros. 3. Se reconocen los derechos de la naturaleza, entendida como el principio vital que sustenta la vida humana y no humana en el planeta. Los deberes correspondientes recaen sobre el Estado y los ciudadanos. Las violaciones más graves de estos derechos constituyen un nuevo crimen contra la humanidad/naturaleza: el ecocidio. 4. El respeto a la vida y a la dignidad implica reconocer la infinita diversidad de formas de conocer y vivir (en) el mundo y concebir la vida, la dignidad, el buen vivir y el buen convivir. 5. El derecho a la educación debe entenderse como el derecho a la diversidad de conocimientos sobre los derechos y deberes entre los seres humanos y en sus relaciones con la naturaleza. La educación, en general, y las universidades, en particular, deben reformarse para intervenir eficazmente en la disputa sobre las narrativas acerca de la transición paradigmática que se avecina. 6. Los diferentes modelos de desarrollo, incluidos los modelos de desarrollo alternativo, deben dar paso a alternativas al desarrollo: desmercantilización, descolonización, despatriarcalización y democratización. Se prohíbe la obsolescencia programada de los productos industriales. 7. Los bienes comunes son todos los bienes que deben ser compartidos por todos los seres humanos, hombres y mujeres, sin discriminación, ya que son esenciales para que florezca la vida y prevalezca la dignidad. Se reconoce el derecho al libre acceso a bienes comunes fundamentales como el agua, el aire, el espacio, los bosques, los ríos, los mares, las semillas, el espacio público, la cultura, la educación, la salud, la electricidad, la información, la comunicación e internet. 8. La soberanía alimentaria debe ser uno de los principios rectores de la política agrícola. Los pueblos indígenas, los pueblos descendientes de esclavos, los campesinos, tienen derecho a sus territorios ancestrales y a su subsuelo. 9. La renta básica universal es uno de los instrumentos importantes para combatir la creciente vulnerabilidad de los trabajadores y sus familias, especialmente ante el impacto de la inteligencia artificial en los procesos productivos. 10. La salud es un bien público, no un negocio. Las vacunas son un bien común, público y universal. Deben producirse teniendo en cuenta los intereses de la población y estar disponibles para un acceso gratuito y universal. 11. Hay que asegurar la localización industrial de los bienes necesarios para garantizar la protección de la vida en las emergencias recurrentes que probablemente caracterizarán las próximas décadas. Por la misma razón, las pequeñas empresas y las tiendas de barrio deben ser las principales formas de distribución de productos a los consumidores. 12. Debido a su huella ecológica, la industria turística internacional debe ser cada vez menos importante en términos de creación de riqueza y empleo. 13. El derecho a la urbanidad es tan válido como el derecho a la ruralidad. Urge un nuevo tipo de relación entre el campo y la ciudad. El campo no precede a la ciudad, ni la ciudad representa un estadio superior de convivencia que el campo. Hay que redimensionar y resignificar las ciudades. 14. La deuda pública de los países periféricos debe anularse siempre que su peso les impida cumplir los objetivos anteriores. En cuanto se declare una pandemia o una emergencia de igual gravedad, se cancelarán todos los embargos y sanciones económicas que impidan a los países afectados proteger la vida de sus ciudadanos.

Conclusión

Sin un horizonte posoccidental, las luchas del no alineamiento no impedirán que el capitalismo sea cada vez más violento con los seres humanos y la naturaleza. Se trata de redistribuir más equitativamente el miedo y la esperanza. Hoy, grandes mayorías tienen demasiado miedo ante las vicisitudes de su vida cotidiana y muy poca esperanza de que las cosas mejoren, mientras que una ínfima minoría tiene demasiada esperanza de que el mundo siga garantizando sus privilegios y muy poco miedo de que no lo haga, porque están convencidos de que han eliminado o cooptado a sus enemigos. El no alineamiento fuerte supone que no será posible devolver la esperanza a las grandes mayorías sin infundir miedo a las minorías muy pequeñas.
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