Héctor-León Moncayo et al. La cuestión agraria de hoy, busca actualizar a los lectores sobre la situación del campo colombiano, solo puede plantearse en el contexto de la profunda transformación que hemos estado viviendo. En este sentido, a los problemas del pasado se añaden los que plantea el presente. Y no es fácil orientarse porque no nos enfrentamos simplemente a un statu quo, sino a un proceso dinámico del cual apenas somos víctimas. Para decirlo de manera simple y un tanto
provocadora: no se trata de exigir una reforma agraria sino de enfrentarnos a la que ya se está haciendo. Todo parece indicar que la mayoría de nuestros esfuerzos deberían estar enfocados a impedir que se consume el proceso, al tiempo que imaginamos las alternativas. Es por eso que el desenlace debe estar presente desde el comienzo de este ensayo que, en cierta forma, sigue un hilo histórico y hasta cronológico para tratar de explicar lo que se está transformando. Tres son los rasgos principales de la Colombia que nos aguarda a la vuelta de la esquina. En primer lugar, la fragmentación, o mejor la desaparición, de la economía nacional, una economía nacional que arrastró notables limitaciones. En segundo lugar, la quiebra de la agricultura, de una agricultura que, a pesar de la persistencia de la economía campesina, no pudo nunca asegurar una adecuada oferta de alimentos. En tercer lugar, la instauración de un modelo de tierra sin campesinos, un modelo que, a manera de semilla, tuvo sus antecedentes en nuestra propia historia.
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